Unidad 5: La memoria cultural

Los desaparecidos: “Carta abierta a mi nieto” y Ausencias argentinas

Los desaparecidos: El silencio y el trauma

Una experiencia chocante puede causar un trauma psicológico. Se piensa típicamente del concepto del “trauma” como una experiencia que afecta a una persona. Normalmente, se caracteriza  como un proceso mental que intenta preparar que el cerebro responda fácilmente a una experiencia difícil. Después de sobrevivir un evento traumático, el cerebro inconscientemente tiene la intención de preparar una reacción corporal que sea más adecuada, y que la persona sea menos sorprendida. Por eso, inconscientemente, retrata la escena traumática original para poder prepararse en el futuro (por ejemplo, en los sueños). El trastorno por estrés postraumático (post-traumatic stress disorder, en inglés) describe este fenómeno. 

Una persona que sobrevive una experiencia traumática tiene que enfrentarse con varias manifestaciones del trauma, normalmente con una ansiedad terrible, como la persona quiere evitar cualquier provocación del trauma. Incluso la memoria de una experiencia traumática puede provocar la misma reacción de ansiedad, y por eso, es muy frecuente que la persona reprime sus facultades mentales con relación al trauma. La represión traumática también sirve como ejemplo del silencio.

Además, alguien que quiere compartir su trauma puede sentir alivio después de hablar de su experiencia con otra persona, pero vivir con trauma es tan difícil que tampoco está garantizado que la persona se sienta cómoda para compartir.  De todas maneras, es muy difícil comunicar la experiencia; de hecho, puede ser tan difícil que el lenguaje no es suficiente para hablar del trauma original. A veces, se comunica a través de otras expresiones: por ejemplo, del cuerpo. Debido a estos factores, es importante saber que –a veces– el lenguaje no es adecuado para expresar un trauma, y, por eso, observar el silencio es tan importante como un mensaje del trauma que otras maneras de expresión (palabras expresadas, gestiones con el cuerpo). Varios campos tienen varios métodos que se utilizan para analizar la experiencia de una persona traumatizada: hay psicólogos que trabajan con personas traumatizadas, pero incluso el psicoanálisis –la forma de análisis psicológico con una herencia directa a Sigmund Freud– tiene sus contribuciones también. El trabajo del análisis psicológico es intentar entender el trauma, sabiendo que hay dificultades con la expresión individual. Por eso, el análisis enfatiza el lenguaje producido por la persona afectada, pero también su silencio, las gestiones del cuerpo y otras características de su comportamiento. Se basa una interpretación psicológica por el conjunto de todas estas expresiones.

Generalmente, hay una conciencia social por la existencia del trastorno por estrés postraumático, y mucha simpatía por la salud mental (en los años recientes). El interés psicológico está más o menos enfocado por la experiencia individual; o sea, lo que una persona individualmente experimenta como experiencia traumática. Hay más debate sobre la existencia de un trauma colectivo: ¿de qué consiste, si no hay un cerebro literalmente compartido entre varias personas? Se ha pensado de una experiencia traumática y compartida como la fundación del trauma para muchas personas, y, como resultado, que esta experiencia funciona como un trauma colectivo.  Por ejemplo, se puede considerar 11S como un trauma colectivo para la sociedad estadounidense. Pero tanto la esclavitud y sus efectos pueden ser considerados como traumatizantes como la experiencia de la expulsión y genocidio de las indígenas que vivían en las “Américas” primero.

¿Se puede escapar el trauma? O sea, ¿hay un futuro para una persona traumatizada que vaya más allá del trauma? O, más bien, ¿será traumatizada para siempre? No hay una fórmula ni unas pastillas perfectas para resolver una experiencia psicológica así. Normalmente, una persona traumatizada (si quiere ayuda externa) tiene que probar diferentes métodos que le puedan servir.

La expresión cotidiana para hablar del proceso es working through, pero también se conoce como bear witness (dar testimonio). Dar testimonio implica una búsqueda de justicia; a veces, un testigo da testimonio para remediar una injusticia con un juez como parte de un juicio o proceso judicial. Como ya se ha mencionado, a veces, el estado (el gobierno argentino entre 1976 y 1983, o el estado español y su pacto del olvido) esconde o borra su involucramiento en el trauma colectivo de sus ciudadanos. Estos ejemplos quieren mostrar que la expresión del trauma quiere dar un tipo de testimonio, pero el testimonio no ocurre necesariamente como proceso jurídico; de hecho, un testimonio puede ser un acto tan simple como un testimonio. Dar testimonio a un trauma es, generalmente, un intento de concienciar a alguien (o, quizás, a su diario privado) del trauma experimentado para que el interlocutor escuche y respete la experiencia. Así, la persona afectada busca la justicia para poder continuar viviendo con si misma. Es impresionante ver las expresiones de personas afectadas por un trauma colectivo, porque estos testimonios –que pueden ser diálogos, obras de arte, escritura, incluso libros y películas– hablan entre sí.

A continuación tenemos dos ejemplos culturales para considerar dentro del marco traumático:

Carta abierta a mi nieto

Juan Gelman

“Dentro de seis meses cumplirás 19 años. Habrás nacido algún día de octubre de 1976 en un campo de concentración. Poco antes o poco después de tu nacimiento, el mismo mes y año, asesinaron a tu padre de un tiro en la nuca disparado a menos de medio metro de distancia. El estaba inerme y lo asesinó un comando militar, tal vez el mismo que lo secuestró con tu madre el 24 de agosto en Buenos Aires y los llevó al campo de concentración Automotores Orletti que funcionaba en pleno Floresta y los militares habían bautizado “el Jardín”. Tu padre se llamaba Marcelo. Tu madre, Claudia. Los dos tenían 20 años y vos, siete meses en el vientre materno cuando eso ocurrió. A ella la trasladaron -y a vos con ella- cuando estuvo a punto de parir. Debe haber dado a luz solita, bajo la mirada de algún médico cómplice de la dictadura militar. Te sacaron entonces de su lado y fuiste a parar -así era casi siempre- a manos de una pareja estéril de marido militar o policía, o juez, o periodista amigo de policía o militar. Había entonces una lista de espera siniestra para cada campo de concentración: Los anotados esperaban quedarse con el hijo robado a las prisioneras que parían y, con alguna excepción, eran asesinadas inmediatamente después. Han pasado 12 años desde que los militares dejaron el gobierno y nada se sabe de tu madre. En cambio, en un tambor de grasa de 200 litros que los militares rellenaron con cemento y arena y arrojaron al Río San Fernando, se encontraron los restos de tu padre 13 años después. Está enterrado en La Tablada. Al menos hay con él esa certeza.

Me resulta muy extraño hablarte de mis hijos como tus padres que no fueron. No sé si sos varón o mujer. Sé que naciste. Me lo aseguró el padre Fiorello Cavalli, de la Secretaría de Estado del Vaticano, en febrero de 1978. Desde entonces me pregunto cuál ha sido tu destino. Me asaltan ideas contrarias. Por un lado, siempre me repugna la posibilidad de que llamaras “papá” a un militar o policía ladrón de vos, o a un amigo de los asesinos de tus padres. Por otro lado, siempre quise que, cualquiera hubiese sido el hogar al fuiste a parar, te criaran y educaran bien y te quisieran mucho. Sin embargo, nunca dejé de pensar que, aún así, algún agujero o falla tenía que haber en el amor que te tuvieran, no tanto porque tus padres de hoy no son los biológicos -como se dice-, sino por el hecho de que alguna conciencia tendrán ellos de tu historia y de como se apoderaron de tu historia y la falsificaron. Imagino que te han mentido mucho.

También pensé todos estos años en que hacer si te encontraba: si arrancarte del hogar que tenías o hablar con tus padres adoptivos para establecer un acuerdo que me permitiera verte y acompañarte, siempre sobre la base de que supieras vos quién eras y de dónde venías. El dilema se reiteraba cada vez -y fueron varias- que asomaba la posibilidad de que las Abuelas de Plaza de Mayo te hubieran encontrado. Se reiteraba de manera diferente, según tu edad en cada momento. Me preocupaba que fueras demasiado chico o chica -por ser suficientemente chico o chica- para entender lo que había pasado. Para entender lo que había pasado. Para entender por qué no eran tus padres los que creías tus padres y a lo mejor querías como a padres. Me preocupaba que padecieras así una doble herida, una suerte de hachazo en el tejido de tu subjetividad en formación. Pero ahora sos grande. Podés enterarte de quién sos y decidir después qué hacer con lo que fuiste. Ahí están las Abuelas y su banco de datos sanguíneos que permiten determinar con precisión científica el origen de hijos de desaparecidos. Tu origen.

Ahora tenés casi la edad de tus padres cuando los mataron y pronto serás mayor que ellos. Ellos se quedaron en los 20 años para siempre. Soñaban mucho con vos y con un mundo más habitable para vos. Me gustaría hablarte de ellos y que me hables de vos. Para reconocer en vos a mi hijo y para que reconozcas en mí lo que de tu padre tengo: los dos somos huérfanos de él. Para reparar de algún modo ese corte brutal o silencio que en la carne de la familia perpetró la dictadura militar. Para darte tu historia, no para apartarte de lo que no te quieras apartar. Ya sos grande, dije.

Los sueños de Marcelo y Claudia no se han cumplido todavía. Menos vos, que naciste y estás quién sabe dónde ni con quién. Tal vez tengas los ojos verdegrises de mi hijo o los ojos color castaño de su mujer, que poseían un brillo especial y tierno y pícaro. Quién sabe como serás si sos varón. Quién sabe cómo serás si sos mujer. A lo mejor podés salir de ese misterio para entrar en otro: el del encuentro con un abuelo que te espera.”

12 de abril de 1995

Carta publicada en el semanario Brecha, Montevideo, el 23 de diciembre de 1998

 

Ausencias argentinas 

El artista argentino Gustavo Germano, usó una exposición de fotografías para montar una obra suya, Ausencias argentinas. En la obra, Germano habló con varias personas que sobrevivieron a la dictadura militar. Los sobrevivientes también le contaron de sus experiencias con una persona querida que fue desaparecida por la dictadura. El sobreviviente también le mostró una foto con la persona desaparecida de los años 80; luego, Germano la retrató de nuevo, mostrando la ausencia causada por la desaparición. Las fotografías dan un testimonio de la ausencia sentida.

Dos ejemplos de ausencias argentinas. Imágenes de: http://www.gustavogermano.com/portfolio/width-double/

 

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Introducción al estudio de las culturas hispánicas Copyright © by UMN Department of Spanish and Portuguese is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial 4.0 International License, except where otherwise noted.

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